sábado, 28 de marzo de 2015

La elegancia del erizo.

La frialdad con la que la gente invierte su tiempo en la búsqueda de la belleza terrenal me deja a veces perpleja. Intento mostrarme indiferente, apartada de sus realidades, que no dejan de tener menos identidad que las de cualquier otro, incluso de las mias propias. En verdad ello lo suelo intentar los días impares, por eso, hoy me tomo la libertad de hablar a nadie para comunicar lo que a una gran mayoría le gritaría, a un vacío antropológico, con el único fin de que las leyes de la física le muestren la contingencia del momento.

Es maravillosa la libertad que se toman los pensamientos para campar a sus anchas en todo momento. Ellos no tienen límite, recorren estancias sin aparentes motivos, desencadenan efectos que ni cualquier ley racional pueda explicar. Es irónico que al ente garante del raciocinio se le de tanta independencia. Gracias a él, cada minúscula porción de realidad no consigo percibirla de otra manera que no sea la de un microcrosmos del macrocrosmos. La gran belleza estriba a lo terrenal, la gran belleza se haya en lo desconocido, en lo inmenso, en lo que tiene poder sobre  una raza inteligible dotada de una gran ''sabiduría y conocimiento''.
La elegancia de pequeños cúmulos, formados por la condensación de la energía antopológica. Una elegancia que gravita en la capacidad de premiar a la lentitud y al silencio, a la claridad. Belleza capaz de dejarse contemplar, contingencia y realidad. Belleza es sencillez, frío, un inacabable ténue sonido, guiado por un determinado olor. Belleza es algo desconocido, es sabes que, a pesar de contemplar ligeras sensaciones gratificantes ténues y aparentes, no es suficiente para satisfacernos. Un mundo oculto, aquel que está por encima de nosotros, aquel que abarca al universo, a la incontingencia y a todo lo que relativamente se encuentra relativizado por mentes, que lo único que intentan es da una explicación para sentirse en conformidad con nuestra existencia.

La belleza está en la incertidumbre, en saber que, aunque intentemos buscar una explicación, nunca tendremos la certeza de poseerla.

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