sábado, 6 de marzo de 2021

El pimiento rojo, crudo y a mordiscos

La implicación emocional con el otro es un camino incierto, donde cualquier dato carente de importancia en otro contexto, se empieza a valorar con gran ternura y grandeza. Y es que, a pesar de todo, jamás he vuelto a ser la misma al trocear esta hortaliza. Siento más punzante que el cuchillo que sostengo en la mano las innumerables escenas que pasan por mi cabeza, donde tu fragilidad se comienza a desvanecer con pequeños detalles que jamás fueron verbalizados. Deseos personales decías, que parecían que nunca encajaban en otra conversación, pero que en esta casaba a la perfección. Conversaciones, una detrás de otra, deseos comunes, planes presentes y corazones ardientes. Todo estaba en perfecta conjunción, hasta que mis manías con los olores y el orden te dejaron de parecer tiernos a chirriantes, y tu movimiento de manos cada vez que me saludabas me empezaba a poner nerviosa. Fue un punto amargo, un desaliento personal donde la palabra resiliencia comenzó a tener cabida en mi vocabulario mental. Pero en esta historia, la decepción estaba justificada. El agotamiento radicalizaba en tu yo personal, y lo más duro fue ser consciente del detonante desde el silencio. Tu te agotaste, como las entradas de conciertos improvisados a los que jamás volveríamos a acudir, a noches enteras encadenando listas de reproducción, solo escuchando y sintiendo, en silencio. Metáforas sonoras y sensoriales, al igual que las historias que narrábamos en visitas a museos, improbables pero más divertidas que las descripciones de esos cuadros del Museo Del Prado. La distancia fue difícil, y tomé decisiones que me hacen estar en un aquí y ahora completamente distinto a lo que imaginaba en su momento. A nivel personal, ¿he crecido? Solo justifico todas las vivencias en aprendizajes sobre los otros, a través de los cuales me puedo percibir y conocer más a mi misma. El proceso siempre deja un cierto desaliento, y esta vez fue más largo de los esperado. Me costó soltar a alguien al que le caracterizaba lo que para mí es el valor más imprescindible en cualquier persona, una moral impecable e inquebrantable. Era algo que te enorgullecía, hasta que ese pragmatismo te hizo que fueran doctrinas tan difíciles de llevar a la práctica, que fue más fácil un adiós no verbalizado. Aún recuerdo el último paseo teñido con cinismo, pero no te lo tengo en cuenta, al final el café corrió por tu cuenta...mismo lugar, distinta sensación. Así quedó todo, con un último beso en la frente, y au revoir riquiña. Hoy, 6 de marzo de 2021, decidiste cumplir con ese adiós de verdad, aunque siempre desde el silencio, claro. Como tantas veces he pensado, es lo más elocuente de toda la realidad que se pueda percibir.