domingo, 15 de octubre de 2017

7 de septiembre de 2014

Llevo algún tiempo eludiendo vestir mis sentimientos e introspecciones por una tipografía Times New Roman, la cual encuentro demasiado impersonal para la actual versión de mi misma, una versión más veraz de mi existencia. No me encuentro en la necesidad de ampararme en otra letra que no sea aquella que se caracteriza por acompañar cada línea terminal de las consonantes por unos trazos rectos y altos que se escapan de las leyes de la medición, una confusión entre la última vocal y la v, o unas tildes que no estén tumbadas hacia el lado contrario del que debieran, porque mi rapidez cognitiva va por delante de cualquier movimiento llevado a cabo por mi mano derecha o de cualquier pensamiento verbalizado. Me siento más sincera cada vez que abro mi vieja libreta, la cual parece nunca acabar, y ofrecer un par de frases nuevas a toda una composición personal que no es más que mi evolución entre miles de contradicciones que me definen.
Sin embargo, acabo de encontrarme vagando por mi ordenador un word escrito en dicha tipografía adquirida por defecto, en el cual no puedo verme más reflejada, y al mismo tiempo tan distante, de esa versión del 2014 de mí misma.

Nunca me han gustado las películas francesas. Su lento transcurrir por tramas corrientes nunca me ha sido de gran inquietud. Tampoco me considero una melómana que conozca el tema con gran intensidad, pero por meros gustos cinematográficos resaltaré una cita de una de las películas más inquietantes que he visto: ‘’Nunca pasaba nada, como en las películas francesas’’. Creo que en el momento que escuché esa frase intrépida surgió algo en mí, un nuevo pensamiento, un nuevo concepto, una manera distinta de observar aquello que consideramos veraz y garante de certeza. Comenzó una etapa de vacío, de sentirme perdida en el gran abismo que llamamos vida; todo cambió en mí, y por muy triste que resulte, renuncié al Idealismo, aquello por lo que yo era, por lo que luchaba, dejándome sumida en un escepticismo fruto del inconformismo con la realidad. Lo más triste de todo, es que renuncié a los sueños, asumiendo que ‘’no eran buenos tiempos para los soñadores’’.

Siguen sin gustarme las películas francesas, a pesar de que las bandas sonoras que las acompañan han generado en mí una dependencia enfermiza por ellas. Hace bastante que abandoné el Idealismo al que hacía alusión; probablemente, desde ese 7 de septiembre nunca volvería a tenerlo presente. Sin embargo, logré aprender a convivir con el escepticismo, a no negar la dualidad de todas las cosas, teniendo presente el sinfín de los posibles análisis dependiendo del punto de vista a valorar. Acepté entrar en el juego de las contrariedades, y pude vislumbrar la consonancia entre el Idealismo y el Realismo. 
Me parece insólito cómo puedo a la par reconocerme y entenderme al leer aquello, peros sentir en  pequeños detalles lo diferente que pienso. Y a la par, lo igual que lo hago. Antes me habría criticado por contradecirme, pero ahora, solo veo en ello un motivo más por el cual reafirmar que lo natural es por definición cambiante. Somos seres naturales sometidos al cambio, y quizá ahora si sean buenos tiempos para los soñadores.

sábado, 29 de abril de 2017

Resaca emocional

''Soy todo lo que soy, porque tú eres todo lo que quiero''. Y qué frase tan cierta, y a la par tan inexacta. 

Deslumbra una imprecisión que radica en el receptor del mensaje; un receptor personal, sensorial, cercano y bien conocido. Pero lo cierto es que, a día de hoy, no existe un ente al que disponga tanta prioridad. Siento una tenue tristeza de tal situación, porque es demasiado el afecto que llevo acumulado y ,sin embargo, me veo incapaz de ofrecer.
Es una sensación de parálisis emocional, que me impide sentirme cómoda intentando mostrar la importancia que alguien me pueda suponer. Me he acostumbrado a no reaccionar hasta que no me he asegurado de que ese hipotético receptor sensorial de el primer paso. Pero, ¿qué sucede cuando una conjunción de fuerzas superiores se ponen de acuerdo para obligarme a reaccionar primero? Es difícil sobrellevar el debate interno entre lo que sientes por dentro, y los sentimientos que dejas que fluyan externamente. Ojalá ese filtro personal por el que pasan todos mis sentimientos se desvanezca, porque la carga emocional que queda acumulada dentro es tanta, que acaba desbordándose. Un desborde que culmina en una gran explosión emocional, en un arrepentimiento de no haberme atrevido a compartir tales atributos sensoriales. Puede ser que padezca de una patología muy común, conocida como ''cobardía emocional'', pero aún no lo tengo tan claro. Es más un miedo irracional a dejarme vislumbrar lo que quiero. Y como viene siendo común en mí, cuando concluyo siendo consciente de lo que quiero, y lo que tengo asumido a querer, ya es demasiado tarde. A día de hoy, es un patrón de actuación personal muy predecible, pero algún día pasado no lo fue tanto. Es algo contra lo que intento luchar porque sé cómo funciona, sé cómo funciono.
La problemática reside en asumir la existencia de otro factor que interactúe con el patrón descrito con anterioridad, y que en conjunto deriven en la aparición de tal incapacidad emocional. Y lo cierto es que, por mucho que pienses que ya has dedicado demasiado tiempo en conocerte, siempre habrá detrás de una actuación irracional, algo nuevo que desconocías de ti mismo. En eso se basa descubrir la vida, en redescubrirte. El duro camino de la introspección se pone de manifiesto con un desdén emocional.

Volviendo a la frase de partida, su inexactitud abarca más conceptos, como la fluctuación de la identidad personal con respecto a lo que nos rodea. Al ser, junto a sus circunstancias. Y es que, el gran dilema existencial es el siguiente: si me encuentro en la encrucijada emocional de no poder exteriorizar lo que siento, porque desconozco lo que deseo, y por ende las circunstancias externas no se ofrecen como lo que tienen la potencialidad de ser, ¿esas circunstancias actuales son las que ponen de manifiesto mi ser, o son las circunstancias potenciales las que reflejan lo que soy? ¿Es una diferencia de acontecer lo que marca lo que somos, o lo que somos radica en las distintas posibilidades de actuación?

domingo, 9 de abril de 2017

Las cosas que me da por pensar cuando me tengo lejos

Que la mente humana haya adquirido gran complejidad a lo largo de la evolución es algo palpable a la vista de cualquiera. Lo verdaderamente maravilloso, es la aceptación de la gran divergencia existente entre los distintos entes dotados de tal complejidad cognitiva. Predisposiciones distintas a resolver un problema existente, que reflejan en último término la fuerza natural superior en la que estamos inmersos. Un universo que combina existencia con inexistencia, falsedad con veracidad...todo se resume en un juego de contrariedades. Me parece realmente gratificante poder disfrutar de mentes distintas, pensamientos generados por conexiones neurales distintas, guiadas por una esencia puramente personal. Pero tal dimensión gratificante se termina difuminando cuando la percepción de ello se efectúa dejándose guiar por los patrones del propio intelecto. Y qué será que todo humano tiene una cierta tendencia a convertir lo valioso en algo banal. Nos seguimos empeñando en intentar comprender, cuando el entendimiento no es fruto de lo natural. Disfrutemos de las grandes mentes existentes, y dejemos de calificar a lo distinto, porque lo característico y distintivo es por definición natural. Hagamos el favor de dejar de ser antinaturales.