domingo, 26 de octubre de 2014

Todos los puentes están enamorados de un suicida

En estos momentos, lo inevitable es sentirse sola. No en el sentido estricto de la palabra, o sí. Siento que tengo a gente, y a la vez esa gente no es más que una mera percepción de lo inefable y lo misterioso, que me sirven de coartada para ocultar el horrible presentimiento que me acontece cada mañana: la soledad me persigue. Intento correr más rápido, pero ya está determinado que las personas que me rodean no son más que entes que me entretienen y forman parte de una parte de mis horas, luego desaparecen. Cada vez me voy dando más cuenta de que el egoísmo es el principio que rige nuestras vidas; es normal que las personas de tu entorno formen parte de tu vida, y que a pesar de su contribución, notes que no configuran tu vida total, hay momentos en los que están como ausentes, con sus vidas y sus problemas, sus pensamientos y sus secretos. Pero a pesar de entenderlo, no puedo dejar de pensar en la tristeza que me produce saber que nadie está al 100%, mis anhelos por ello son cada vez mayores. Tener la certeza de que la capacidad de conciencia que albergamos sobre la identidad de los otros es meramente subjetiva, me hace volver a caer en el desdén inoculado por esta sociedad. No es raro sentirse solo. Está comúnmente aceptado que nunca vamos a ser capaces de conocer a alguien totalmente, por lo que será incapaz de comprendernos, ya que el egoísmo abrumador no enfatiza con la sutil compasión.

Me es irónico que a pesar de que la sociedad ha concluido que ello es evidente, la sociedad sigue aceptando el sentido pleno de conceptos comos son la amistad, la familia o el grupo, sabiendo que todo ello no es más que un auto engaño; solo compartimos momentos, lugares, circunstancias... porque interesa a la gran mayoría, porque nos interesa a todos, pero tener una conciencia de sentirse parte de algo también exige sentir que ese algo pertenece en cierta manera a ti, que todos los que te rodean son parte de ti, de tu vida, de tu yo y sus circunstancias. Pero ello no es así, son frágiles, tenues, infinitamente insignificantes en su contribución a mi vida. De aquí nace mi tristeza desembocada en un sentimiento de incomprensión. Puede parecer que mi alter ego es un escéptico sin escrúpulos, pero creerme cuando no tardo en afirmar que esta reflexión es algo que me produce tanta inseguridad que solo espero que no sea más que uno de los tantos enfoques que nos ofrece este asunto.

Saber que estoy sola en mi vida es muy triste, me produce tanta insatisfacción, desilusión y tristeza que soy incapaz de confiar en los demás. Me hace sentir que solo quieren saber sobre mí por meras satisfacciones propias, para seguir con su auto engaño. Me produce pavor asimilarlo, decidir dejar de sentir cuando los sentimientos no son más que un medio que contribuye a la decadencia. Es insuperable. Llevo tiempo ya regocijándome, escondiéndome en mí, intentando asimilar todo lo que esto supone en mi vida, todo el cambio que se produce en ella. Encontrar el punto medio me parece tan improbable... de verdad que me gustaría tener la mente lo suficientemente fría como para poder doblegar los sentimientos, dominarlos, dejar que fluyan, pero siempre teniendo en cuenta la realidad: estamos solos en este mundo.

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